Con húmedos lamentos de felino
1990
Poesía en castellano
Venimos de la noche
Venimos de la noche.
Hemos saltado tapias,
derribado alambradas
y bidones oscuros,
tras la húmeda aurora
de los sexos noctámbulos.
Somos como los gatos
que pueblan las aceras
de todas las ciudades.
Nos delata el olor
de nuestro celo,
los arqueados cuerpos
erizándose en púas
al acecho.
Sin nombre te persigo,
te ofrezco mi cornisa de
blandos algodones,
el hambre que hiere entre las uñas,
el eco estrangulado
y mi grito.
Gatos heridos de febrero
Gatos heridos de febrero
se persiguen. Olisquean
sobre oblicuos tejados
los húmedos aromas de los sexos.
Nos alcanza su celo
estallando en gemidos, deseos
rompiendo las penumbras
que engullen nuestros cuerpos.
En un súbito acorde
su lamento y mi grito,
alborotan las lunas de los pechos
de esta noche que quema
en los visillos.
Te irás hacia las calles
Te irás hacia las calles
con los oscuros dueños
que maúllan deseo en las
escalinatas.
Olerán en tu cuerpo
los íntimos vestigios de habernos
poseído
hasta quedarnos rotos,
como el tiempo que enhebran
las agujas.
Y sabrán que entre mis uñas
aún se quedan
pedazos de un desierto insatisfecho.
De qué suero agridulce
De qué suero agridulce
se nutren los abrazos.
Qué gozo pudoroso,
perlándose minúsculo en las vellosidades,
ha domeñado al párpado y lo abate.
Qué corriente nacida
de mis pies y mis uñas
ha levantado un puente con mi cuerpo
a la encrespada vela
que viaja de tu océano
a mi encuentro.
Como el valle profundo
Como el valle profundo
por nadie penetrado,
con la humedad intensa
que esponja a los helechos.
Entre el bramido eterno
de la fiera que acecha, solitaria,
te reclamo alcanzada por el fuego,
en mis perpetuas hambres
por nadie satisfechas.
Cómo decirle al viento
Cómo decirle al viento
que se calme
cuando acaricio en penumbras
de cuarto tus rasgos agitados,
la curva de tus hombros
a merced de mis manos.
Cómo enmudecer la noche
que araña en los cristales,
mientras tiende su celo
en cómplices tejados,
si no puedo apresar en el iris
tu dulce espasmo
de gato dolorido.
Sobre las sábanas
Sobre las sábanas
miro tu torso seducido
de un instante que ahora
se hace antiguo.
El gesto complacido de tus labios
manchados por los ocres
de un pitillo.
Pero la noche, amor,
aún no ha partido,
y pasea cornisas, y lame
en los tejados
promiscuos juegos entrelazando
sexos. Un espasmo de cuerpos
doloridos.
Y mis manos se vuelven a tus
calles,
a tus ingles ungidas, las lluvias
de mi lengua.
Recórreme
Recórreme
como a la dura piedra de las plazas vacías,
cuando la sombra acude,
involuntariamente, a la brea cansada.
Entre el rojo carmín
que se borra asqueado de los labios,
con el sueño que estalla
al borde de la noche.
Recórreme
en los pechos caídos
de las viejas estatuas,
en sus ciegos neones
mirando hacia el vacío.
Recórreme
con el placer silente
afilado en tus uñas,
y las aguas del celo,
perpetuas, entre las comisuras.
Habré de imaginarte
Habré de imaginarte
como sombra de agosto,
quebrantando el calor de mis arenas,
anhelo súbito
de un pitillo que apenas si me calma,
espuma pasajera a mi cintura rota.
Habré de imaginarte
felino y breve,
ocasional viajero copulando
en las cúpulas
de mis desasosiegos.
Tu aliento entrecortado
Tu aliento entrecortado
quema los erizados valles
de mi nuca.
Me persigues,
paladeas mi lengua y mis encías,
te nutres de todos los gemidos
que resecan los cielos de mi boca.
Has borrado mi nombre
con las brumas calientes
de tus dedos,
y anido entre tu piel
sin tiempo ni rostro,
y sin memoria.
He ofrecido mis sedas
He ofrecido mis sedas
a las uñas,
las fuentes de los pechos
a la carnosa pulpa
de los labios sedientos,
y he tensado las cuerdas
de estos brazos.
Callejeros dragones incendiados
de amarillo silencio entre tus ojos
quietos,
angosta calle que recoge tu paso,
sombría esquina, adoquines brillando
con la húmeda espuma
del placer solitario.
Al áspero regazo de los patios
Al áspero regazo de los patios,
en las concupiscencias
que envuelven las esquinas,
me enseñan en sus belfos
la miel de la lujuria,
las ternuras que juegan
con la urgente calima de los sexos.
Hay un lenguaje extraño
mordiendo entre sus bocas,
frenesí desgarrado
estallando en mi cuerpo,
rodando en las almohadas,
golpeando la luna del espejo.
Permanezco en la arcilla
Permanezco en la arcilla
que esculpe tus pisadas.
Entre las calles ciegas
que han ungido tu cuerpo
de estelas polvorientas.
En el suave dulzor
que me empuja al espasmo.
Brillo en el voraz deseo
licuándose en tus dientes,
aguijones sedientos
al zumo de mis noches.
Titilan como luciérnagas
Titilan como luciérnagas
las llamas de sus ojos.
Hay un ritual de patios
en sus lenguas.
Sobre el pelaje oscuro
gotean traslúcidas escarchas.
La noche es un ovillo
rodando entre sus patas,
rozando suavemente las auras
de sus pechos.
Las fauces entreabiertas
sisean diluviadas, del ungüento
del lodo,
del incansable tránsito
de todas las callejas.
Giras
Giras
sobre la plana esfera de mi vientre,
en sus poros opacos
donde el tiempo se enhebra
en rítmicos compases agostados.
Perezosa envoltura
gozada
lentamente
con el duro placer
que acude en dentellada.
Aristas entreabiertas de tus dientes.
Beso
Fue cayendo sin piel donde aferrarse,
sin la espesa saliva
donde calmar la sed.
Endureciéndose como gotas de escarcha
sobre el atardecer oscuro
de aquel pubis.
Y no fue más locura,
hambre,
fuego,
en la lucha enfrentada al desamor.
Si hubieras contemplado
Si hubieras contemplado
la angora de sus crenchas
ovillándose sobre las claraboyas.
Sus cuerpos acoplados
en goces indiscretos.
Vendrías a mis ojos cegados
de neblina,
al temblor que transita
mi cuello y mis caderas,
al trote desbocado de mis pechos.
Muchas tardes
Muchas tardes,
con sigilo de araña,
arranco de la luz
sus nítidas pupilas
y entrego a las penumbras
tus músculos dormidos,
la redondez cansada de tus miembros.
Con el placer de labios
y de lengua,
se aparean mis juegos
entre el crespo desorden de tu vello.
Emigro hacia tu encuentro
Emigro hacia tu encuentro
desde el arco que impulsa mis ocasos
a tus músculos tensos
y a tus huesos.
Me quedo en las heridas,
enclavada en la cumbre de tus gozos,
en los espasmos lentos
lubricándose al roce de los cuerpos.
En el abrasador abrazo de tu hoguera,
donde el tiempo no tiene
ni dígitos
ni esferas.
Con el lenguaje mudo
Con el lenguaje mudo
de las calles vacías,
bajo el ocre rojizo del estío
todavía quemándome,
de ti viene la lengua
que me inunda,
el silbido del viento
transitando la piel de mis aceras,
la ciudadela oscura de este vientre
habitado
por el vigía en celo de mi carne.
De ti
De ti,
del último estallido
de tu cuerpo,
de todos los gemidos
que asaltaron mis labios,
apenas un pliegue entre
la sábana,
segmentando el perfil de mi
costado,
me recuerda la huella de tu paso.
Corres sobre el ocaso de mi piel
Corres sobre el ocaso de mi piel,
y dejas detenida
esta ofrenda de lunas
al templo de tus labios.
Juegas, con la noche que vierten
mis axilas,
en la tierra que quema entre
tus manos.
Y anidan en tus muslos
los febreros,
en donde me sumerjo
con húmedos lamentos de felino.
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Obra Completa
de María Teresa González
Esti llibru fue editáu pola Editorial Trabe nel añu 2008 coincidiendo col homenaxe a l’autora nel marcu del la Selmana de Les lletres Asturianes. Agradecemos a Trabe el permisu pa compartilu agora con tolos llectores. Amás préstanos agredece-yos tamién el sofitu pa cola llingua Asturiana y los escritores nesa llingua de toos estos años.